El estrés es considerado una reacción adaptativa de activación del organismo a nivel fisiológico, cognitivo y conductual que se da ante una amenaza real o percibida.
Sabemos que es una reacción normal, adaptativa y necesaria para afrontar una actividad nueva o desconocida, o bien una actividad que necesite de nuestra activación.
Cumple una función vital importante, ponernos alerta, activarnos. Pero un nivel de activación intenso, mantenido o muy frecuente tiene un efecto perjudicial sobre la salud que llamamos sobre activación.
El diagnóstico de una enfermedad crónica como la psoriasis (visible, estigmatizante, que cursa en brotes) puede considerarse como una experiencia altamente estresante que además aumenta la vulnerabilidad de las personas que la sufren a padecer alteraciones emocionales (pensamientos negativos, tristeza, ansiedad, miedo) y al mismo tiempo sabemos que el estrés puede influir en la aparición y empeoramiento de los brotes de psoriasis como muchos de vosotros nos explicáis en la consulta.
Es importante en primer lugar reconocer e identificar que nos sucede cuando estamos estresados. Cuando nuestro nivel de activación es intenso podemos encontrar cambios a nivel físico (dolor de cabeza, mareos, problemas para dormir, tensión muscular, etc.) a nivel emocional (irritabilidad, nerviosismo, sin sentido del humor, sentirse sobrepasado) y a nivel conductual (comer o beber demasiado, dificultades de concentración, indecisión).